Las letras son una consecuencia de lo pensado y lo dicho

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martes, 19 de abril de 2011

EL VIAJE A LA FELICIDAD

Antes de mencionar o hacer referencia al libro de Punset, debo decir que el tan solo mencionar ¨¨felicidad¨, es ya transitar por un camino pedregoso y para algunos hasta inaccesible. Todos tenemos maneras distintas de sentir, ver y mirar la felicidad. La felicidad es efímera, es pasajera, es volátil, es perceptible; pero también es duradera, y solo por un tiempo, después vuelve a declinar.
Muchos decimos que los momentos que vivimos son los que nos hacen felices, y por consiguiente, por ausencia de ellos es que somos infelices.
¿Qué es la infelicidad? ¿Lo opuesto a la felicidad?
¿Por qué algunas veces le decimos a alguien: Soy infeliz. ¿Qué connotación se le damos a eso?
Y que tal cuando le decimos a alguien: ¡Eres un infeliz!
Creo que la felicidad o la infelicidad: tienen algo de vida y algo de muerte.
“El Viaje a la Felicidad”, va más allá del mero manual de auto-ayuda, tan célebre en estos tiempos de estrés, de prisas, de materialismo exacerbado, de búsquedas “espirituales”, y, hay que reconocerlo, de proliferación de una cultura de masas de “usar y tirar”, que engulle productos claramente comerciales de manera impulsiva sin apenas criterio crítico, sin digerir, sin procesar...En resumidas cuentas, de una sociedad que ya no se rebana los sesos por asuntos no mundanos por falta de tiempo, o, simplemente, por falta de interés. 
“Carpe diem”, vive el día a día sin complicarte la existencia, no pienses, vive el presente, cosume”. Parece que nos repite el “Big Brother” oculto detrás de la valla publicitaria, de las ondas de la radio, de las pantalles del televisor, del ordenador, del cine, de la consola de videojuegos, del teléfono móvil...Vivimos en la sociedad de la información, si, pero al mismo tiempo, con unos niveles de incomunicación y soledad humanas como nunca se ha visto. La gente habla cada vez menos; aburren los tediosos discursos, y es normal, no hay tiempo, estamos demasiados ocupados chateando a cientos o a miles de kilómetros del sofá, mandando sms por cualquier nimiedad o seleccionando el programa favorito entre miles de canales de televisión... 
Centrándonos en el libro, me consuela pensar que todavía somos muchos los que divagamos, los que dejamos volar los pensamientos más allá de programas de “reality-basura”, de best-sellers sobre el recién descubierto “supuesto lado oscuro” de religiones y personajes históricos, de eventos deportivos efímeros o de cuestiones políticas interminables; más allá del “pan y circo” de los romanos: por lo menos nuestros ilustres antepasados representaban obras de teatro en aquellos trágicos recintos, les daban otra utilidad más “instructiva”. 
Al igual que los altos jerarcas del nazismo alemán, que podían deleitarse con una ópera de Wagner al mismo tiempo que gaseaban a millones de inocentes víctimas. 
Lo sanguinario y lo sutil, unidos, tan cerca lo uno de lo otro; qué curioso, qué contradictorio... 
Como dice Punset en el libro, citando unos recientes estudios científicos, la diferencia entre el amor y el odio es tan nimia que la pulsión es tan similar en una persona que experimenta un orgasmo o un terrible dolor de muelas. 


Qué extraña paradoja, la distancia entre el amor y el odio no es tan lejana; por eso, las guerras entre hermanos, la violencia conyugal, los infanticidios... 
¿Cómo se puede explicar sino la opresión del fuerte hacia seres de su propia sangre? 
Se sufre para traer una criatura a este mundo, más para educarlo y criarlo, es decir, se “pierde” un tiempo precioso en formarlo y protegerlo; el ser humano es el único que mata por el placer de hacerlo, da igual los motivos: nos movemos por las pasiones, buenas o malas, es lo que nos diferencias de los demás mamíferos. 
No me extraña pues el reciente deseo de pretender igualar a los primates a la categoría de humanos: muchas veces me he maravillado el delicado lazo de unión establecida entre madre y cría, la ternura desprendida por la primera, la respuesta afectuosa de la segunda. 
Y yo me pregunto, ¿ son los animales, en su generalidad, los seres “irracionales”, los mismos que protegen a su prole con uñas y dientes?. Otra incongruencia. No sé si nos compensa dejar aflorar nuestros más “bajos” instintos.... 
En este interesantísimo libro se nos ofrecen cuestiones antropológicas como éstas, amparados siempre en estudios científicos , para explicar los motivos de la desazón humana desde fuera, de los condicionantes externos que nos hacen ser desgraciados: el ansia por poseer el dominio del poder político, el constante bombardeo de los medios de comunicación instándonos a consumir, a ser más guapos y perfectos, mensajes que defienden unos prototipos ideales. Y por esto mismo, irreales e imposibles causa de muchas enfermedades mentales, frustraciones y envidias. 
Pero, como dice el título, entre sus páginas hay lugar para la esperanza, para mejorar nuestro entorno empezando por nosotros mismos y lo/s que nos rodea. 
La felicidad depende de nosotros y es tan relativa como distintos somos unos de otro; aquí radica la parte más “espiritual”...con unas sencillas pautas se nos abre el camino a la conciencia, a la convivencia, al amor, enterrando, al mismo tiempo, nuestros miedos y “cargas” biológicas”, además de los pensamientos erróneos que repetimos sin cesar y que provienen de nuestra más tierna infancia. 
En resumidas cuentas, una pequeña gran obra para disfrutar leyendo y aprendiendo, para
cambiar y crecer.
En la película italiana Teorema de Pasolini, una familia de buena posición económica llega un extraño visitante. Con su potente atractivo físico y carisma personal, les va seduciendo uno por uno: a la doncella, al hijo, a la hija, a la madre y, finalmente, al padre. Pocos días después de haber caído en sus redes, el visitante se va y la familia se queda descolocada sin saber cómo continuar con sus existencias. A partir de ese momento, se intentará encontrar una respuesta al enigmático origen del seductor.
Ésta historia cinematográfica muestra claramente como la felicidad de cada miembro de esa familia pendía de una persona. Cada personaje se sentía identificado con este visitante, y al llegar el momento de partir de casa, cada uno percibió una necesidad inmensa de querer que se quede con ellos, porque habían descubierto que éste ser, les ofrecía algo más. Este visitante se convirtió en una necesidad para ellos; es decir su felicidad dependía de estímulos externos.
Y eso es lo que nos pasa a la mayoría de seres humanos. Siempre le endosamos al objeto o al sujeto la responsabilidad de sentirnos o no felices. Si no es por un objeto o un sujeto realmente el ser humano cree que no podría sentirse feliz. Por eso es que los hombres solitarios, anacoretas, siempre piensan que la felicidad no existe porque lo que realmente existen son los momentos felices.
Yo estoy de acuerdo. Pero también creo que alguien podría ser capaz de sentirse feliz por sí mismo, pero nunca se podrá comparar al hecho hermoso de que alguien nos haga sentir vivos…
Es muy ambiguo hablar de la felicidad, y hasta contradictorio. ¿Por qué lo digo?
Porque podemos decir ahorita que estamos felices y después de una o dos horas podemos decir que queremos morirnos…
El ser humano es un ser contradictorio. Lamentablemente nuestro estado de ánimo o nuestra ¨felicidad¨ depende también de la felicidad de los demás; el cuán felices estemos, depende que cuán felices nos hagan las personas, las cosas, los objetos, las salidas, las distracciones, los viajes, los amigos, los novios; la mascota, el padre, la madre, el hermano… es decir la felicidad nos la da otro, la energía viene del otro hacia nosotros.
¿Por qué entonces los personajes de la película se sentían ¨infelices¨ cuando su motivo de felicidad se vio terminado, acabado, frustrado, arruinado?
Creo que el viaje hacia la felicidad, es también el viaje hacia la mentira, el engaño, la decepción y la desilusión.
Quien es feliz, que me diga entonces, cuál es el secreto para evadir lo que otros no podemos…

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