Las letras son una consecuencia de lo pensado y lo dicho

Las letras son una consecuencia de lo pensado y lo dicho

viernes, 5 de noviembre de 2010

UN HOMBRE CORTAPISAS

Por: Johanna N.


Caminando por esas instancias que llevan al sueño, visualicé a un hombre. Estaba solo, sentado en un sofá; en un ambiente lúgubre, bajo una luz que se veía encendida pero que ocultaba su rostro.
Su sombra me era familiar. Con las piernas cruzadas, su cuerpo balanceado hacia delante, y la mano derecha apoyada en su boca, parecía pensativo. No hablaba, tal vez su mano no se lo permitía, o tal vez pasadas las doce a.m. ya no tenía voz.
Por más que quise esmerarme, no conseguí enfocar su rostro; qué escondía en el, fue lo que me pregunté…
¿Sus pesadillas, sus bajas pasiones, su dolor, sus mentiras, sus lágrimas? ¿Su vejez, su juventud, su niñez? ¿Qué escondía?
No se movía; parecía estático en sus pensamientos, estático en sus emociones… Quise entrar en su escenario y darle un empellón, pero al acercarme una energía inexplicable me lo impidió… ¡Pobre hombre!, me dije, cuánta desgracia habrá en él.
Su sombra, era su sombra la que me llevó a infiltrarme en su aposento… Estática yo en él, con los ojos ya casi completamente adormitados, convencida, me dispuse a pronunciar su nombre…… pero no pude más; el sueño y la voz me vencieron, y la sombra oculta de mi hombre me abrazó.

ZUMBA EN MIS OIDOS

Por: Johanna N.


Zumba en mis oídos el silencio de tu habitación; silencio que rompíamos tu y yo al rompernos los cuerpos en un halo de gloria magnificente.  
Destilaron de aquellas sabanas restos de sudor, lagrimas y sangre que nuestros cuerpos ya no querían llevar dentro y, de un grito absurdo y prolongado, se transportaron a esa superficie estrepitosa de  lujuria omnívora.  Flameando de a poco los dorsos, las caderas, las cinturas esas sabanas se convirtieron en ruinas arrinconadas en el recoveco de tus pechos, de mis nalgas, de los sexos… ahogadas de intensidad madura de un hombre y una mujer que sabían saborear hasta el aire.  

Espejo divino… reflejando esa realidad inerte
Mágico lente… reflejando esa realidad inmóvil

Zumba en mis oídos aquella habitación sentida; que palpito a pálpito presentía un final…  
No quise nunca despegarme de ese piso que, haciendo las veces de cama, me envolvió en su suciedad connatural…  que haciendo las veces de cama, me arrastro hacia ti… que haciendo las veces de cama, me hizo caminarte los labios y recorrerte la anatomía.
Aun zumba en mis oídos aquella otra habitación, que estando dentro nos banaba los cuerpos impúdicos e indeseables; aun huelo el jabón; aun huelo el shampoo; aun huelo la pasión de esa clase de amor…  
Zumba en mis oídos el silencio de nuestra habitación…
No quise dar ni un paso más, pero la puerta me esperaba.

LA PUERTA INAUDIBLE

Por: Johanna N.


Un fantasma hacía las veces de ti al yo disponerme a entrar por esa puerta inaudible de tu madriguera. Dar un paso hasta allí era volcarme al olvido y perder de vista al recuerdo.

Las cadenas invisibles de tus palabras me ataron de un beso la voluntad y libertaron de mí toda suerte de vehemencia almibarada. 

Las paredes se embarraron de ese almíbar y el piso llego a sentirlo de puntillas. Porque era toda tuya… porque eras todo mío. 

TREMEBUNDO PLACER

Por: Johanna N.


Estoy muerta… La descarga de energías me ha dejado así: MUERTA.
¿Muerta? Si muerta sobre sábanas blancas, después de un duro enfrentamiento de resistencia, piel a piel, con un ser sexuado igual que yo.  
Me ha exorcizado el deseo, me ha hecho gritar los más exacerbados, profundos y últimos gemidos… hasta dejarme en silencio.
El sudor se ha convertido en lo único vivo, en lo único activo de esos cuerpos inmóviles.
Los olores se han confundido, se han mixturado; se han consumado en piel muerta después de haber entregado las últimas contracciones pélvicas de ansiedad aberrante.  
Las manos… las manos impúdicas, con sus dedos danzarines yacen sobre los cuerpos, sobre la cama húmeda, echando de menos los minutos anteriores en los que se meneaban dentro de agujeros peludos y deslizantes.
Y las bocas… Las bocas por donde entraron los órganos erectos y ardientes y llegaron a besar a la misma boca. La boca a ellos y ellos a la boca.
Magnífico amante, magnifico placer.

Pero, ¡alto!… Él también está muerto… ¡Yo lo maté!
Juntos derrochábamos lujuria desmedida; éramos dos hacedores del amor; del amor perverso, del amor canalla, del amor infame, del amor irresoluto…
Murieron así…
Morimos así… ¡Yo lo maté y él me mató a mí!
¡Maldito él y maldita yo!
Maldito deseo… sucio deseo que me dejara en silencio…  

No pudimos hacer más que desearnos; no pudimos hacer más que revolcarnos en medio de una experiencia parifílica única, no pudimos más que morir así. Cómo me encantaba sentirme amada por él; cómo le encantaba que lo ame…
Sus canas avivaban mi obsesión y aplacaban, sin más, mi razón; sus besos viejos, gastados y vencidos dominaban mi llanto y doblegaban mi dolor.
Dosis fetichista-sadista-masoquista… me ha dejado muerta en tremebundo placer
¡Quiero despertar! ¡Quiero despertar! ¡Quiero despertar!
O ¡despierta tu primero, y luego despiértame a mí!

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