Las letras son una consecuencia de lo pensado y lo dicho

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domingo, 12 de junio de 2011

20 Minutos

Por: Johanna Nazareno D.

¨Te mastaste en tu mejor momento y todavía no alcanzo a definir si el mejor
momento es el instante adecuado para morir o para seguir viviendo¨, le dijo Iñaki en una de sus páginas al Claudio muerto. Me pregunto yo: ¿Cómo es posible que a un hombre aparentemente feliz se le vaya la vida, y uno aparentemente triste, se la quede? Distintas maneras de vivir, distintas maneras de morir…

Claudio nunca pudo decir si lo que él quería era realmente, respirar aire o respirar tierra. Tal vez pudo haber deseado vivir para no haber provocado tanto dolor, tantas lágrimas volátiles, pasajeras y esporádicas por todo la capital llena de ecuatorianeidad; tal vez pudo haber deseado morir para no tener que ser testigo de que, su mejor amigo, pretenda no solo seguir a su misma novia, sino que a su misma muerte y a su mismo destino.
 ¨ He decidido seguir tu camino¨ se decía una y otra vez Iñaqui… ¡Pobre hombre que deseaba morir cuando el otro vivía tras cada línea escrita, tras cada letra, tras cada instante de confesión inútil al interior de un wáter!

¨Amistad que se jodió por no entender tú la muerte ni yo la vida¨ palabras dichas por un hombre vivo, pero cercano a la muerte; cercano a su propia auto-eliminación, a su propio exilio. ¿Qué habrá ganado al escribir una carta antes de su más próximo intento de acabar con su vida? ¿Más vida o más muerte? – le preguntaría yo, si pudiera, al Iñaqui suicida-.
Ésta historia del autor Quiteño Rafael Lugo, trae a mi memoria también a un ser muerto como Claudio… Tal vez no de un accidente de tránsito por culpa de un árbol; tal vez no en Quito, pero sí en Guayaquil; tal vez no de 19 años de edad, pero sí, de 32… Joven igual, que no se merecía morir…, como le decía Iñaqui a Claudio: ¨Un hombre evidentemente feliz¨.
Sé que su amor no era terrenal, era divino. Por eso partió desde la tierra, hacia ese lugar inalcanzable para el hombre yerro.

Yo también le escribí una carta a mi ser amado; y aunque, aún vivo en ese entonces, sé que nunca pudo leerla… Mi caligrafía de infante no pudo  llegar hacia él. No pudo llenarse nunca de mi inspiración, sin embargo mi  pluma escribió y escribió…

Seres que yacen bajo sus tumbas, pero viven cada segundo que son recordados porque se habla de ellos con ese propósito, para ser rememorados…a través de la pluma, a través de la mirada con dirección opuesta al sol; a través de las lágrimas que no se derraman, pero que están ahí; a través de los vagos recuerdos de la niñez, a través de las fotos del primer cumpleaños, a través de la última conversación que se pueda recordar, o través de la luz que le atribuimos a los ángeles de la guarda…

Todo cuenta…

Pero más, si se trata de la persona que supo darte vida y después de ese origen hermoso, se dio la muerte.

Y más aún, si no se tiene a ese ser vivo ya; pero que muerto él, sigue viviendo en mí…

(Solo que a diferencia de Claudio, seguramente él sí quisiera volverme a ver)

 Mi Padre.



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